Sunday, March 04, 2007

Paal-al Akin-Pech (Niño campechano)*

(*Traducción libre de Mamá).

Gracias a la tecnología, publicar un álbum es asunto que toma sólo unos minutos. En realidad, el lento para asimilar los vertiginosos avances resulté ser yo. Esta condición de padre me trae atarantado.
Al fin logré subir las imágenes del fin de semana que pasamos en Campeche. Este viaje de trabajo fue para reseñar el hermoso destino amurallado, y la experiencia no podía ser más que un extraordinario evento familiar. Regresamos encantados y Lucio se portó como los grandes.


H.H.* LUCIO Tras la larga, pero muy larga travesía, primero 1,000 km por avión, luego 200 km en carretera, a las dos de la tarde al fin nos instalamos en un hotel de ensueño.
Por aguantar el viaje con extraordinario humor y temple, Lucio ganó el título de *Heroico Hijo.


PASEO CAMPECHANO Al día siguiente, disfrutamos desde muy temprano la hamaca en la tranquilidad del cuarto, luego fuimos a desayunar a la Parroquia de los Patos, un lugar con mucha tradición donde sirven platillos típicos, y después dimos un paseo en el tranvía turístico. En realidad es un autobus disfrazado de trenecito. Lucio disfrutó de la arquitectura de los barrios y de algunas construcciones antiguas, incluso encontró la belleza en los edificios de estilo más «radical».

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SUPER GUAPO Así se llama uno de los tranvías turísticos, que por $60 recorre el casco viejo y los barrios antiguos. Fuera de la muralla, el cuento de piratas se desvanece.


LUCIO CULTURAL Junto al jardín central está la «Casa 6», un centro cultural que muestra cómo vivía la clase acomodada campechana en el siglo pasado. Hacía tanto calor que regresamos por un chapuzón al hotel.


CERDITO DE AGUA Esta fue la primera vez que Lucio probó el agua de alberca, en todas las ocasiones anteriores su contacto con tanto líquido se había limitado a los mares del mundo, y claro, a su periodo «amniótico». La experiencia fue extraordinaria para todos. Esa tarde dimos un largo paseo para llegar a las ruinas de Edzná y presenciar el espectáculo de luces. El lugar está a 45 km, nosotros tomamos una ruta larga de 102 km... ¡je!.


NO QUEREMOS REGRESAR En Campeche se come muy bien, se vive la vida muy tranquila (de ahí el término «campechano») y es una de las ciudades más bonitas. El regreso fue muy emotivo, paramos a comer en Champotón y luego recogimos conchitas en una playa que extrañamemnte tenía fuerte oleaje. El mar de Campeche casi no se mueve, es como un lago estático. La sesíon de fotos aquí fue memorable.

De este viaje resultó la publicacion de nuestro artículo de fines de semana en Chilango. Lucio acaparó dos páginas.

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