El día de hoy Lucio me hizo su primer drama de despedida.
Habrá que contar un poco más de las semanas anteriores. La gateada no parece ser lo suyo, a pesar de que en sueños hace malabares parecidos a un zorrillo a punto de atacar. Cuando está despierto sigue pareciendo una tortuga. Sin embargo, el habla es algo que desarrolla a velocidad extrema. Todo el día platica, solo o acompañado, en un dialecto que hasta hace algunas semanas resultaba incomprensible. Por ahora tengo muy claro que hace una señal abriendo y cerrando las manos para indicar «no quiero», con la que, mezclada con gruñidos y chillidos de pterodáctilo herido, manifiesta su total desacuerdo al salir de la regadera. Por supuesto dice «Ma» y hace algunos días comenzó con un nombre para mí: Gu-gu.
Un díalogo típico:
—¿Cómo me llamo?— le pregunto con emoción.
—¡Gu-gu!— responde Lucio con los brazos en alto y boca de piquito.
Pues hoy lamentó mi partida. Lloró y me abrazó al momento de irme, sentimental por donde se le vea. Al cerrar la puerta creí escucharlo decir guuu-guuuu...
LUCIO CONTRONE Aquí una muestra de lo mucho que disfrutamos de reseñar restaurantes.
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